miércoles, 12 de septiembre de 2012

Cardia, cardias: reminiscencias, no para el olvido.


Toma mi corazón y llénalo de frutos,
de tus dotes pláidos y tibios.
Toma mi corazón y embúllelo en sábanas,
de tu piel: en tu boca suave, y manos hiladoras.
Toma mi corazón, y resguardalo en tu alma
como siempre lo has hecho, con unas palabras.

Habrá cual ingenuo dude de lo que tomas,
los tiempos son injustos.
¿Cuánto ha de importar el vulgo,
presa de nostalgias, invidente?
Nada. Perdidos los asombros,
que la ciencia nos arroja.

Ciencia tan absurda, mil veces
torpe y tonta, que no duda.
El pasado cobra sin zozobra,
y la concordia de esos tiempos
a nuestro pecho vital arroja.

Nuestra concordia; tradición amorosa,
de palabras y de bocas.
Testigos eternamente seremos,
bajo palabra; pues el día que olvidemos [cardia, cardias]
se perderá hasta el olvido; arrojaremos
 la última mirada, y antes de caer
nos habremos perdido
entre la inmensidad de la nada,
donde no existen las palabras.

Jal P.V.

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