Toma
mi corazón y llénalo de frutos,
de
tus dotes pláidos y tibios.
Toma
mi corazón y embúllelo en sábanas,
de
tu piel: en tu boca suave, y manos hiladoras.
Toma
mi corazón, y resguardalo en tu alma
como
siempre lo has hecho, con unas palabras.
Habrá
cual ingenuo dude de lo que tomas,
los
tiempos son injustos.
¿Cuánto
ha de importar el vulgo,
presa
de nostalgias, invidente?
Nada.
Perdidos los asombros,
que
la ciencia nos arroja.
Ciencia
tan absurda, mil veces
torpe
y tonta, que no duda.
El
pasado cobra sin zozobra,
y
la concordia de esos tiempos
a
nuestro pecho vital arroja.
Nuestra
concordia; tradición amorosa,
de
palabras y de bocas.
Testigos
eternamente seremos,
bajo
palabra; pues el día que olvidemos [cardia,
cardias]
se
perderá hasta el olvido; arrojaremos
la última mirada, y antes de caer
nos
habremos perdido
entre
la inmensidad de la nada,
donde
no existen las palabras.
Jal P.V.
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