Una cosa de ella es el escote. No una "cosa", no, de hecho es... es ella misma, a veces. Esa extensión
de piel que se desliza por el cuello y las clavículas, y baja a los manantiales del delirio, pozas vívidas del deseo, fosas deslumbrantes. Eso es ella, es el cabello
que escurre negro, gélido hacia los pies, y es la ropa suave y delgada que no protege ni esconde su virginidad altiva, perenne. Ella es un rojo cálido en la piel, rojo de sol, rojo que se adentra y se escabulle y se entromete en las entrañas de la vida misma y del ser
¿Cómo decirlo? No es que en realidad su mirada y su sonrisa
y su cuerpo no me importen, como si de la venus, la mujer de Milo, pudiéramos arrancar un
trozo a martillazos y pensar que esa es su esencia. Lo que pasa
es que el vértice sobre el cual toda la belleza y la impureza de su nombre recaen, es su
escote: la piel que se mira y la que no se mira -bajo sus hombros, sobre el
collar-, ese mundo entero, ese cosmos inmenso, esa isla con Adán y Eva danzando entre los árboles con los sexos
descubiertos.
Ella es un escote
Ella lo es
Ella lo sabe
Ella hace uso de su belleza y de sus encantos aun no
revelados. Es engañosa, es hiedra, enredadera hermosa, ella espera detrás,
escondida tras las rejas, más allá del marco que forman sus brazos y su
cuerpo… ¡y entonces salta por su presa! salta y araña lo que encuentra,
desgarra cual gato a lo que queda de nosotros, ratones inocentes, incrédulos,
maravillados con su luz.
Ella también es hoyo negro, tragándolo todo, intentando absorberlo todo, todo, todo, bajo su falda, entre el vello y su cuerpo. Es un
vórtice, debilita, pero no es mortal; son sus piernas una caricia que no
deja ir más allá, que deja pasmado todo antes de comerlo, porque no es para eso que fue dada.
¿Y yo? Yo lamento el haber intentado encontrar mi fin en
ella, en su espalda y sus nalgas perfectas, ese fue mi error, el error de
pensar a una estrella como si fuera la luna entera, sin saber lo engañoso de la
noche sobre mi cabeza. Eso lo lamento, lo lloro en las tardes, lo rechazo y lo
grito y lo corro y lo siento en mí al caer junto a los cuervos, al volar dentro
del mismo sueño infinito que soy. Siempre.
Ella es un escote, nada más fue para mí, aunque tal vez para
ti pueda ser esa muchacha morena, y de pelo largo, y a veces solitaria... llamada ---.
Larrón.