miércoles, 17 de octubre de 2012

Era solitaria


Una cosa de ella es el escote. No una "cosa", no, de hecho es... es ella misma, a veces. Esa extensión de piel que se desliza por el cuello y las clavículas, y baja a los manantiales del delirio, pozas vívidas del deseo, fosas deslumbrantes. Eso es ella, es el cabello que escurre negro, gélido hacia los pies, y es la ropa suave y delgada que no protege ni esconde su virginidad altiva, perenne. Ella es un rojo cálido en la piel, rojo de sol, rojo que se adentra y se escabulle y se entromete en las entrañas de la vida misma y del ser

¿Cómo decirlo? No es que en realidad su mirada y su sonrisa y su cuerpo no me importen, como si de la venus, la mujer de Milo, pudiéramos arrancar un trozo a martillazos y pensar que esa es su esencia. Lo que pasa es que el vértice sobre el cual toda la belleza y la impureza de su nombre recaen, es su escote: la piel que se mira y la que no se mira -bajo sus hombros, sobre el collar-, ese mundo entero, ese cosmos inmenso, esa isla con Adán y Eva danzando entre los árboles con los sexos descubiertos.

Ella es un escote
Ella lo es
Ella lo sabe

Ella hace uso de su belleza y de sus encantos aun no revelados. Es engañosa, es hiedra, enredadera hermosa, ella espera detrás, escondida tras las rejas, más allá del marco que forman sus brazos y su cuerpo… ¡y entonces salta por su presa! salta y araña lo que encuentra, desgarra cual gato a lo que queda de nosotros, ratones inocentes, incrédulos, maravillados con su luz.

Ella también es hoyo negro, tragándolo todo, intentando absorberlo todo, todo, todo, bajo su falda, entre el vello y su cuerpo. Es un vórtice, debilita, pero no es mortal; son sus piernas una caricia que no deja ir más allá, que deja pasmado todo antes de comerlo, porque no es para eso que fue dada.

¿Y yo? Yo lamento el haber intentado encontrar mi fin en ella, en su espalda y sus nalgas perfectas, ese fue mi error, el error de pensar a una estrella como si fuera la luna entera, sin saber lo engañoso de la noche sobre mi cabeza. Eso lo lamento, lo lloro en las tardes, lo rechazo y lo grito y lo corro y lo siento en mí al caer junto a los cuervos, al volar dentro del mismo sueño infinito que soy. Siempre.

Ella es un escote, nada más fue para mí, aunque tal vez para ti pueda ser esa muchacha morena, y de pelo largo, y a veces solitaria... llamada ---.

Larrón.

viernes, 12 de octubre de 2012

Tan...


Tan solitario
como el blanco en mi memoria.
 Tan ausente
 como los textos perdidos,
 escritos detrás de una hoja usada
que se camufla en el tiempo.
 Vacío
como el espacio entre dos palabras
 que puede convertir su hueca existencia
 en un significado.
 Con la presencia ausente
 como el irónico momento en el que te miré a los ojos
 y todo careció de realidad y solidez.
De pronto todo era tan insípido
y sinsentido que no me importaba que fuera así. 
Y la luz.
La luz con su monocromática
 manera de cegarme los ojos
 y hacerme creer que cambia su color
 cuando solo era el otro lado de
 un prisma cristalino...

 Malintzin.