Todo me
parece tan extraño, tan enigmático que, a veces, me siento tentada a pensar que
soy irreal. Como si estuviera entre las cortinas de un sueño y resultara
imposible definir algo con claridad. Un fantasma sería la mejor manera de
acercarse con alguna exactitud a lo que soy. Alguien bordado con un sinnúmero
de sensaciones. Una batalla entre lo imaginario y la posibilidad de existir.
Pero, también, las palabras hacen burbujas dentro de mí y ellas me regalan mi
indefinible sentido de la materialidad. Constituyen la otra parte de mi
universo simbólico y gracias a sus horizontes puedo mirar más allá de la misma
inmensidad. Y aunque siempre regreso a mis eternos dilemas, cada que escribo
olvido, por unos instantes, la infinitud de sombras y de tinieblas que habitan
en mí.
Malintzin.
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