sábado, 7 de abril de 2012

Entre las sombras y bajo las tinieblas.


Miraba ambas manos para no perderlas. El lugar era obscuro y las tinieblas se oscurecían un poco más. Las luces de los postes estaban podridas, irradiaban color negro hasta a la tierra. Era yo y un peñasco sin puente. Me agité y pensé que la mejor opción sería aventarme, y deshacerme de todo lo que maldecía mi camino. Me decidí lanzar y cuando la caída empezaba a hacer efecto sobre mi cuerpo, estrechándolo contra el polvo. Me hallaba sólo, tirado sobre la nada.
  Me hallaba enmugrecido por la suciedad que llevan en los zapatos cada transeúnte que regula  su paso por el lugar.  Sólo ellos saben cuán estupefacta está su pisada y qué tan larga es la huella de su pecado. Y ahora la tenía sobre mi cuerpo. Desnudo me hallaba desnudo por el viento. Desolado y a punto de desfallecer. La luna fue una confidente que afilaba sus emblanquecidos colmillos de luz sobre mi frente. Lo único que podía llegar a observarse. La cuña era la hoz de la muerte
            Su nombre sollozaba la pena. La destrozaba como bala de buen calibre atravesando una pared de soledad. La desmoronaba y con ello perdía un poco de mí. ¿Miedo a perder mi soledad? ¿Miedo a perderme? A su nombre no le podía negar nada. Era la rosa que sólo una vez en la vida le aparece al que atenta contra su suerte. Y reta al mundo. Su nombre era un emblema representando los tres soles que auxiliaban a mi espera. El amor forjaba mi cielo y desteñía las tinieblas. Cuando me hallaba entre las sombras y bajo las tinieblas.
               
Jal P.V.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario