…“y cayeron los templos…”
Carlos Fuentes
Me pierdo, mas se que tú en algún lugar
estás ¡Oh! ¡Querida mía! Extraño mucho tocar tu cabello radiante y de negro
azabache, tus ojos, tu cara hermosa y perfecta, tu piel del dorado más exótico
y claro que haya visto, tu piel canela.
Hoy
no me alcanza el aliento para poder hacerte llegar este mensaje de amor, y
poder decirte que te amo, que eres lo más importante para mí, que me muero si tú
no estás. Ya hace tiempo que no hablamos como antes, que no nos entregamos a la pasión no correspondida
de un instante que se vuelve eternidad, que nos abraza, nos hace uno solo.
Amor
mío, tu bien sabes que por ti dejaría mis más locos y ardientes deseos, por ti
daría la vida entera y me dedicaría a amarte y servirte; pero se ha cruzado un
tercero, y con sus destellos malévolos, nos convierte en una simple brisa los
recuerdos más sagrados y profundos. ¡Maldita la hora en que llegó ese bastardo
y nos separó con su sola presencia! Yo aún siento tus latidos junto a mi pecho,
sobre mi lecho, bajo el cielo, y todo lo que he intentado hacer para
recuperarte se esfuma y me deja… y nos deja.
¡Oh
destino! ¿Por qué este pesar tan grande? ¿Por qué cuando pareciera que el mar
era nuestro de pronto nos lo arrebatas? Amor, querida, mi pequeña princesa,
juntos vivimos momentos inmensos, un día tu junto a mí, yo junto a ti;
cubriéndonos del frío que nos calaba los huesos, saboreando en nuestros labios
los placeres y delirios que nos protegían cual barrera impenetrable de amor
puro.
De
pronto un día cambió todo… tu dulce aroma me enloquece, lo sigo sintiendo tan
cerca aunque tu estés tan lejos; amada mía, sumerjámonos de nuevo en las tibias
aguas del romance y del conocimiento de lo incierto, en las horas interminables
contemplándonos el alma, tocándonos los más puros sentimientos. Todo acabó, te
veo en una estrella y repito tu nombre mientras te añoro más y más, y esa
estrella da un destello cegador y te veo, nos elevamos, y nos dejamos ir… el
templo construido al orgullo se resquebraja ¡Estúpido y despiadado orgullo! Sé
que me mantienes en pie, pero hoy el daño que me provocas es mayor.
¡Amor,
mi amor, espera, no partas aún! Vuelve a mí que necesito un último beso tuyo,
necesito tocar tu piel por última vez; y te veo regresar al firmamento,
mientras ocupas un lugar en mi corazón, en mi Cosmos; mientras me calmas con tu
radiante luz, mientras el mar por fin ha de ser nuestro.
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