miércoles, 2 de mayo de 2012

Tiempo pasmado.


Agonizante, el día, raspando el cristal de la ventana, el desliz invisible de la sangre sobre la piel erizada en una sorpresa de tensión, la voz eléctrica y mecánica del aparato inmóvil sobre la mesa del cuarto, luego un tiempo detenido, el viento suspendido en la atmósfera de la tarde y unas pupilas contraídas por la luz.
Una llamada anónima a las siete, una llamada completamente vacía.
Larrón

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