miércoles, 21 de marzo de 2012

El Poder de una Canción


Llegué cansada después de un día bastante largo. Puse una canción. El género y el artista carecen de relevancia. Comencé a escucharla y cerré los ojos. Una ráfaga de aire me recorrió la piel y de pronto apareciste.

Tal como te recordaba la última vez que nos vimos, perfectamente vestido con la chamarra de cuero negro y pantalones de mezclilla, tu playera roja y tu amuleto de la suerte colgando en tu cuello. Mi estupefacción no quería ceder, sabía que ya había perdido el sentido porque tú no podías aparecer,  no hoy y mucho menos tú, precisamente tú.

Extendiste los brazos para abrazarme  y yo no pude negarme. Seguías teniendo en la mirada el brillante resplandor que siempre me convencía de todo y tenía que admitirlo: necesitaba abrazarte de nuevo.

- Ya estoy de vuelta. Te prometo que siempre estaré aquí.
- No me prometas nada .No tiene sentido. Tú y yo sabemos que no te quedarás.
-Esta vez cumpliré mi promesa, intenta confiar en mí.

 Te sentaste y me acunaste sobre tu pecho como si fuera una niña pequeña. Por eso pude escuchar el latir de tu corazón y sentir la calidez de tu piel pero lo que me cautivaba realmente era el aroma que emanaba de ti, casi tan intenso como el calor de tu cuerpo.

Respiré para recuperar la calma de mi alma inquieta y tú comenzaste a susurrarme una estrofa de la canción. Buscaste mi rostro despacio, me miraste y me besaste sin darme tiempo para pensar en lo que sucedía, porque tus labios ya habían encontrado los míos y aunque lo hubiera querido no lo pude evitar.

De pronto volví a sentir la ráfaga de aire. Ya no te sentí y tuve miedo. Tu rostro era una imagen desdibujada. Abrí los ojos y me di cuenta de que estaba soñando.

La canción había terminado.

Catherine Linton

No hay comentarios:

Publicar un comentario