Para
las damas que son indiferentes entre flores, y especiales entre damas. Para mi flor Andrea.
Seguía
confundiendo propiciadamente,
las
estéticas de una flor y la que se ama.
No
lamentaba ni un solo pensamiento en el que sabía
que
iba cogido de un látigo verde,
muy
parecido al tallo o una rama.
Y
es que algo es cierto entre las naturalmente hermosas:
que
gustan de estar siempre acompañadas.
Por
eso me había dicho que las rosas blancas;
por
eso se regocijaba sobre las pálidas.
Llevaba
la rosa, perdiéndome en el roce.
su
palma hecha tejidos de pétalo claro,
me
rosaba, y la seda con nada se comparaba.
Y
al final del camino, seguía con la que se ama.
Los
perfumes pacíficos eran inmediatos;
sin
restricción alguna a su superficie de aura tibia.
Ella,
la belleza que se corta en un jardín de divinidades,
reencontrada
en las grupales flores de un torrente de invierno.
Irreconocible
entre las flores y las damas.
Mi
flor: esencia del amor.
*No soy poeta, pero quise empezar con esta entrada, porque en primera instancia, nada de los movimientos poéticos hubiese sido si ella no estuviera aquí. Ella fue el principal reinicio, como lo que estoy haciendo.
Jal
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