viernes, 16 de marzo de 2012

Las flores y las damas.



    Para las damas que son indiferentes entre flores, y especiales  entre damas. Para mi flor Andrea.
Seguía confundiendo propiciadamente,
las estéticas de una flor y la que se ama.
No lamentaba ni un solo pensamiento en el que sabía
que iba cogido de un látigo verde,
muy parecido al tallo o una rama.

Y es que algo es cierto entre las naturalmente hermosas:
que gustan de estar siempre acompañadas.
Por eso me había dicho que las rosas blancas;
por eso se regocijaba sobre las pálidas.

Llevaba la rosa, perdiéndome en el roce.
su palma hecha tejidos de pétalo claro,
me rosaba, y la seda con nada se comparaba.
Y al final del camino, seguía con la que se ama.

Los perfumes pacíficos eran inmediatos;
sin restricción alguna a su superficie de aura tibia. 
Ella, la belleza que se corta en un jardín de divinidades,
reencontrada en las grupales flores de un torrente de invierno.
Irreconocible entre las flores y las damas.
Mi flor: esencia del amor.


*No soy poeta, pero quise empezar con esta entrada, porque en primera instancia, nada de los movimientos poéticos hubiese sido si ella no estuviera aquí. Ella fue el principal reinicio, como lo que estoy haciendo. 

Jal 

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